fotofrase: Kike Caba
foto: Mar Martínez.
EJEMPLO
Son muchas las ocasiones en las cuales nosotros
los entrenadores no nos damos cuenta de la repercusión de nuestros actos sobre
los demás, de la importancia que lo que hacemos puede tener para los que nos
rodean, máxime cuando éstos son niños, son menores de edad.
El entrenador de fútbol, como cabeza visible
del grupo humano que dirige, ha de tener claro que esos jugadores a los que
entrena, esos niños a los que entrena, no solo están aprendiendo y mejorando gestos
técnicos, movimientos tácticos sobre el campo, conceptos físicos para
desenvolverse con fluidez en el terreno de juego, sino que, lo más importante,
están absorbiendo parte de nuestra forma de ser, de nuestra manera de hablar,
gesticular y de tratar a los demás, aspectos del comportamiento humano que,
para nuestra desgracia, son más fáciles de copiar o de adquirir los malos que
los buenos.
Es tan importante esta observación que hago,
que todos y cada uno de nosotros los entrenadores deberíamos pararnos a pensar
siempre y en todo momento antes de hablar o de realizar cualquier corrección o
tener cualquier diálogo con el niño, con el árbitro, con el entrenador rival y,
en definitiva con todas aquellas personas que nos rodeen, sobre todo cuando el
niño jugador esté delante. De no ser posible, siempre tenemos otra posibilidad,
que es la disculpa, el saber pedir perdón de una manera humilde y a tiempo, en
estos casos también es muy positivo para el niño llegado el caso.
Debemos pensar, además, que en ocasiones,
debido al trabajo de los padres, los niños puede ser que estén más horas a la
semana con nosotros los entrenadores que con su padre, si éste tiene un trabajo
en el que llega tarde a casa, por ejemplo y cuando lo hace el niño ya duerme.
En estos casos, el niño nos puede tomar como
un referente en su vida, como un ejemplo, a veces incluso idealizarnos
comparando con esa figura paterna y entonces adquirirá para sí todos esos
comportamientos que observe en el día a día en nosotros, siendo por ello
importantísimo que esos comportamientos sean lo más correctos y educados
posibles y nuestra forma de actuar y de tratarlos sea lo más justa que podamos
o sepamos realizar.
Debemos pensar por lo tanto en desterrar esos
comportamientos agresivos, ese lenguaje soez o chabacano o ese trato desigual
para con los demás, sean jugadores nuestros o rivales, árbitros, otros
entrenadores o familiares, dar seriedad e importancia siempre a nuestro trabajo
para que el niño adquiera un hábito correcto de trabajo y tenga una referencia
que corresponda realmente con el futuro que le aguarda, pensemos que el
entrenar a diario con su equipo no es ni más ni menos que un primer contacto
con la obligación que conlleva un trabajo, aunque se haga, por supuesto como un
juego, de manera lúdica, es una forma de comenzar a acostumbrarse del niño a
cumplir con un horario establecido de entreno/trabajo, con unas normas que se
deben cumplir y con unos resultados que cosechar, lo mismo que se le exigirá en
un futuro en su trabajo diario. Es por ello mucho más importante aún que esa
formación sea correcta y adecuada siempre conforme a su edad.
El entrenador debe ser, por encima de todo en
estas tempranas edades de los niños jugadores, educador, ejemplo máximo de
corrección y de educación, consiguiendo con ello, unos mejores jugadores que,
si un día no consiguen llegar a profesionales porque no han tenido la suerte de
conseguirlo por cualquier motivo o circunstancia, conseguirán y esto no es
menos importante, ser mejores personas, mejores deportistas, dando un salto de
calidad a nuestro trabajo, a nuestro entorno y, en definitiva a la sociedad en
la que vivimos.
09-X-2013
Kike Caballero
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Si te apetece, comenta el artículo. Nos ayudarás a mejorar.